La defensa del capitán Galcerán

Francisco Galcerán, capitán de Ingenieros (Vilanova i la Geltrú, 1874) asumió la defensa en el consejo de guerra contra Ferrer Guardia. Se le concedieron nueve días para fundamentar la defensa y menos de 24 horas para leer los 600 folios del sumario. Indignado por lo que a todas luces se evidenciaba como una farsa legal para encubrir un asesinato político, hizo una defensa tan honesta y valerosa como inútil del acusado. Este es el resumen de su alegato.

Consejo de Guerra contra Ferrer Guardia
Consejo de Guerra contra Ferrer Guardia

Debo ante todo hacer presentes las circunstancias entre las cuales se ha desarrollado el proceso contra Francisco Ferrer. Durante el sumario han declarado todos los enemigos; se han recibido y unido a el cuantas denuncias anónimas podían perjudicarle; se le han amontonado pareceres de autoridades más o menos conocedoras del asunto; han sido desterradas cuantas personas podrían ilustrarnos sobre la vida, costumbres y trabajos a que se dedicaba; además, después de la lectura de cargos, me han sido negadas cuantas pruebas he solicitado; no he podido lograr fueran oídos los testigos que lo pretendían, por haber transcurrido el plazo legal para ello, y me encuentro con un proceso terminado, recurriendo a personas del bando contrario, que por toda clase de medios ha logrado manchar a mi defendido.

Pero esto que expongo con la mayor calma posible, y en son de protesta, no quiere indicar de ningún modo que me presente ante vosotros desanimado ni desarmado. Los obstáculos han redoblado mis energías, éstas me han sostenido en la marcha forzada que desconocidos intereses me han hecho llevar, y apoyado como vengo por la razón, si mis facultades corresponden a mi voluntad, no me asusta lo que aquí pueda ocurrir; las acusaciones caerán por si solas, y vosotros conmigo os impondréis y despreciaréis la indigna coacción que desde hace tiempo viene pesando sobre todos para apartar esta causa de la verdad y de la razón.

Todos los elementos reaccionarios, unidos a la clase conservadora, formando este conjunto que pomposamente se denominan a sí mismos elementos de orden, pero que quizás han provocado con su egoísmo los sucesos de Julio, han querido ocultar la cobardía de aquellos días con una enérgica ilación de castigos para los contrarios, con un odio indigno al manifestar sus deseos de que sea larga y cruenta la venganza de la sociedad. Constantemente, por medio de sus órganos en la prensa, recuerdan los hechos de la semana trágica, y tomando como pedestal un cura mutilado y una monja septuagenaria ofendida en su pudor por los rebeldes, pretenden transformar su odio en noble deseo, no contando que por mucho que suba, no puede elevarse tan repugnante pasión.

Esta campaña es dirigida principalmente contra la persona de Ferrer por odio y por temor a la educación dada a la clase obrera, sea en su Escuela Moderna, que lograron tiempo atrás cerrar, sea en la serie de libros publicados por la casa editorial por él fundada, por temor, repito, de que con la ilustración los desesperados se ennoblezcan y sacudan yugos indignos de la raza humana. Para esto, han mutilado y publicado después varios párrafos de los libros de texto; han hecho creer a los incautos que en ellos sólo se trataba de anarquía, por el solo hecho de haber suprimido en su enseñanza la religión, que debe desechar de su seno al que no sabe perdonar y tiene por norma de conducta la venganza.

Esta campaña dirigida hábilmente en unos casos y con torpeza en otros, ha dado sus frutos; ha formado una especie enorme y contraria a mi defendido y éste se encuentra rodeado de una atmósfera malsana que por sí sola bastaría para acabar con una naturaleza menos acostumbrada que la suya a las injusticias de la humanidad; ha servido para indignas denuncias que desde el punto de vista policíaco son graves y que algunos habrán tenido tiempo de meditar en el valeroso y voluntario encierro que durante la semana aquella mantuvieron con tesón.

A propósito de esto he de observar que es sensible que no se haya traído al sumario también copia de la sentencia dictada por el tribunal de Madrid que tuvo conocimiento de esta serie de documentos y actos de Ferrer antes del atentado a Su Majestad; porque así no hubiese habido necesidad de complicar esa causa con una serie de folios llamados al parecer a contribuir a que aumente en estos sagrados momentos el estado de opinión que acusa a Ferrer como terrible por sus ideas y hechos y que puede perturbar la marcha serena de la justicia.

Aquella sentencia absolutoria quitaría toda importancia a proclamas y cartas de hace veinte años y anteriores todas al atentado, e impediría en absoluto que se hablase de ellas.

Añádase a esto que un préstamo de unas cuantas pesetas hecho a la Solidaridad Obrera en ocasión en que ésta luchaba contra los atropellos que algunos de sus socios habían sufrido por la empresa de «El Progreso», que después de sostener en todas las formas posibles que las vindicaciones de la clase obrera eran la regeneración de España, seguía contra sus empleados una conducta en la cual mucho podían aprender los tantas veces tildados en sus columnas de explotadores de la humanidad; este préstamo bastó para declarar enemigo del partido radical, al que tanto habían honrado siempre, a Ferrer, a quien debió la organización de sus escuelas, única fundación de la Casa del Pueblo de utilidad reconocida por sus mismos enemigos, y que han pagado con la ingratitud más horrenda que suponer cabe en la humanidad, contribuyendo con sus delaciones falsas y embozadas declaraciones a !a obra de sus enemigos.

Ahí tenéis en breves palabras los elementos que, unidos por la intransigencia, por el egoísmo, por el odio, por la ingratitud, han formado este conglomerado antiferrerista que empezó por conseguir la prisión de mi defendido, y continúa en estos momentos su odiosa campaña para que quede en duda su inocencia.

¿Ha podido influir en algo en el ánimo del digno juez de esta causa tan nueva preparación? Sí, y, a mi concepto, ha excitado su celo hasta la ofuscación. Para esto le ha sido preciso partir del gratuito supuesto de que este movimiento tenía un origen perfectamente organizado y dirigido por los hombres de ideas avanzadas, que por su talento han logrado preponderancia y aprecio entre las clases obreras y desheredadas, y se les creía capaces de arrastrar dichas masas a las mayores barbaridades, a los más inconcebibles desatinos.

No han querido comprender el juez y el fiscal y la mayoría de los que se han ocupado de los hechos que aquí nos reúnen, que precisamente el desarrollo y camino que siguió la mal llamada revolución, indican que faltó una cabeza que dirigiera a las turbas y que, conduciéndolas, impidiera se dedicaran a toda clase de excesos, deshonrando los hechos de tal modo, que de haber sido revolucionarios, sin honra naciera la revolución.

Con este afán y ofuscación se han dirigido las miradas de los jueces contra los que teniendo ideas contrarias al actual estado de cosas se alucinan con modificaciones en la constitución de la sociedad y principalmente contra los que teniendo estas ideas y estas ilusiones, tienen inteligencia, tienen instrucción y conocimiento.

Por esta tendencia han sido sospechosos concejales y diputados del partido radical; por ella se ve ante este consejo mi patrocinado Francisco Ferrer y Guardia.

Pasa el defensor a analizar los testigos citados por la acusación para deducir que los de Premiá carecen de validez, y en cuanto a los de Barcelona, dice:

Manuel Giménez Moya, testigo importante «por estar desterrado» según la acusación, explica la jefatura de Ferrer perfectamente pero «sin pruebas en qué fundarse y sólo como afirmación personal» que de la Liga Antimilitarista, y Ferrer con ella, haya salido la rebelión, pero acaba por confesar en su declaración «que nada sabe por estar ausente de Barcelona desde el 15 de julio», y don Narciso Verdaguer y Callis, enemigo político de Ferrer, sostiene que éste ha organizado el movimiento, «según noticias que no tiene modo de comprobar.

Don Emiliano Iglesias dice que ignora la relación de Ferrer con Solidaridad Obrera, y el testigo de mayor excepción para el fiscal, Baldomero Bonet, nada concreta a pesar de lo sentado en la acusación y afirma que ignora en absoluto la participación de Ferrer en los sucesos.

Juan Puig y Ventura (a) «Llarch», cree que Ferrer lo ha movido todo por el solo hecho ¡gratuita afirmación! de coincidir sus ideas con los excesos que se han cometido. Vea, pues, el tribunal que esta hermosa primera prueba testifical queda reducida a dos suposiciones fundadas en rumores.

Abandonemos por un momento al fiscal para que tenga tiempo de escudriñarlo todo y pueda presentarnos algún hecho para el día 27, pues un espacio de 24 horas sin notarse la presencia o presión del supuesto jefe de la rebelión, podría hacer creer que ésta sabía lo que debía hacer, y no necesitaba para nada las indicaciones del que tranquilamente, en Mas Germinal, esperaba la calma para continuar su trabajo en la casa editorial.

Cerrada la Escuela Moderna por las presiones ya citadas como foco infeccioso y altamente perjudicial, le llevan sus aficiones a educar por medio de la publicación y funda una casa editorial y emprende con esa energía constante que es su característica, la publicación de cuantos libros ven la luz pública en el extranjero y defiende el imperio de la razón contra rancias tradiciones, y esto lo relaciona con escritores, filósofos de París, Bruselas, Londres… Así vemos miles de volúmenes en su poder, así vemos crecer en importancia su empresa editorial, y, por desgracia suya, vuelve a llamar la atención; ven de nuevo sus enemigos que sus ideas avanzadas, pero racionales, le abren paso, y si antes cerraron su escuela, hoy pretenden deshacerse de él para acabar con ella, olvidando que no es un hombre el que las impone: ellas tienen su empuje y más tarde o más temprano arrollarán cual impetuosa corriente estos diques rancios e inquisitoriales que se oponen a su paso.

Al analizar lo ocurrido en Masnou, afirma que los hechos no tuvieron allí la importancia que se pretende; y pasando luego a la prueba documental, repite argumentos del preámbulo y ocupándose de las dos proclamas, dice: «que por carecer de fecha, han sido traídas y llevadas constantemente como un cargo abrumador contra Francisco Ferrer, y hace notar tan raras circunstancias que el espeso velo que ante ellas caerá quizá descubra otras cosas más indignas que las citadas proclamas, por anárquicas que sean sus teorías.

Fueron encontradas dichas proclamas en un registro efectuado por la policía, único que sin presencia eficaz de persona experta se verificó en «Mas Germinal» y único que dio feliz resultado; pero estas proclamas que mi defendido no reconoce como de su propiedad tienen errores de concepto tan garrafales que su texto, aunque otra cosa quiera decirse, es tan anterior a los sucesos, que en 1 de Julio no podrían sospecharse, que no podrían menos de convenceros que para otro día estarían escritas o para otro objeto.

Y para que todo sea oscuro en este asunto, han aparecido algunas de ellas en la prensa de toda España, y unas supuestas proclamas viejas e inéditas que no constituye delito el escribirlas y encerrarlas en un legajo sino el repartirlas; así el verdadero culpable, el que debió sufrir el rigor del código, es el que ha esparcido por los cuatro vientos estas proclamas destructoras e incendiarias que se han dado a la imprenta a pesar del secreto del sumario, y como juro por mi honor que ni un momento han podido salir del sumario, hay que admitir que algo extraordinario ha ocurrido en manos distintas de las nuestras y antes de pasar a nuestras manos.

Y ya indicado este terreno resbaladizo y repugnante, que no quiero ahondar, aunque creo conveniente llamar vuestra atención y para no hacerme eco de la polvareda que esto ha levantado, sólo me fijaré en dos puntos que de refilón he tocado ya que del sumario se desprenden:

1. Unas correcciones de las que figuran en el folio 29, escritas con máquina, han sido objeto de reconocimiento pericial, y dos muchachos formales opinan que la sílaba va añadida y la t corregida pueden ser escritas por la misma mano de unas cartas de Ferrer, que les presentan, si bien no pueden afirmarlo de una manera categórica, lo cual es muy distinto de lo que el ministerio fiscal sostiene al decir que los peritos afirman que deben ser las correcciones hechas por Ferrer, y además se ve añadir, porque vosotros mismos podéis comprobarlo que la t en nada se parece a la h de mi defendido.

El 2 es de otro origen de ideas, y es que he de considerar inéditas dichas proclamas, o por lo menos que nada tienen que ver con la actual rebelión, pues interesado por el juez varias veces cuanto de otras causas se desprenda relacionado con Ferrer, no ha llegado todavía un testimonio que indique que en uno de los mil reconocimientos que en casas de revoltosos se han hecho y en poder de ninguno de los presos, haya aparecido alguna copia o reproducción de estas proclamas, lo cual prueba que, o la circular no se ha repartido o que sus efectos han sido nulos.

Resumiendo, señores: Francisco Ferrer Guardia, perseguido por sus ideas racionalistas, empujado y acosado hasta el último extremo, envuelto un día en abominable crimen, cerradas sus escuelas, e insultado constantemente por los partidos de la intransigencia, ni se rinde ni pide tregua. Y en vez de acaudillar masas las educa, busca la gente, impulsa y dirige a los demás hacia el foco esplendoroso de la razón: señala el verdadero fin de la humanidad, busca, proporciona y distribuye la ciencia de los sabios, como único armamento para sus rebeliones.

y si hemos visto detalladamente que no ha tomado parte en la rebelión militar ni como jefe ni como actor, ¿qué inconveniente hay en reconocer su inocencia? Devolverle la libertad, levantar el embargo que sobre sus bienes pesa y dejar que entre los brazos de su familia les cuente allá en el destierro cómo se administra justicia en el ejército.

No os he de ocultar que accediendo a mi petición, se pondrá en tela de juicio vuestro valor por los que, cegados por el odio, no conciben la justicia sin castigo, pero no ha de pasar mucho tiempo sin que veamos la razón, y estos ciegos de hoy aplaudirán vuestra firmeza.

Y si por desgracia para ellos ha dejado la luz de la justicia de iluminarles para siempre, tened presente que amargan los aplausos de la opinión y fomentan remordimientos interiores y que, en cambio, compensan con creces, su desprecio los aplausos de la conciencia. Obrad, pues, según ella; nada más os pido.

Francisco Galcerán

Sentencia del tribunal

En Barcelona, a 9 de octubre de 1909, reunido el Consejo de guerra ordinario de plaza para ver y fallar esta causa, habiéndose hecho relación por el juez instructor del resultado de autos; presente el acusado; oídas la acusación fiscal y la defensa, y de acuerdo con el dictamen del asesor, por unanimidad, el Consejo de guerra declara:

Que los hechos perseguidos en esta causa constituyen un delito consumado de rebelión militar, por la concurrencia de las circunstancias tercera y cuarta del mismo:

Considera responsable del mismo, en concepto de autor y como jefe de la rebelión, al procesado Francisco Ferrer Guardia, con las circunstancias agravantes del art. 173 del mismo Cuerpo legal.

Y en su virtud, le impone, con arreglo al artículo 238, en su número primero, la pena de muerte con la accesoria, caso de indulto, de inhabilitación absoluta perpetua; condenándole también a indemnizar todos los daños y perjuicios ocasionados por los incendios, deterioros de vías de comunicación, férreas y telegráficas, ocurridos durante la rebelión, quedando, hasta que pueda señalarse su cuantía, afectos todos los bienes de Ferrer Guardia a la extinción de esta responsabilidad civil, y declarando que, en el citado caso de indulto, le será de abono la mitad del tiempo de prisión preventiva sufrida a resultas de esta causa.

Todo con arreglo a los artículos 173, 188, 219, 237 en sus circunstancias tercera y cuarta; 238 en su número primero. 242 del Código de Justicia Militar; 11, 13, 18 al 21, 53, 121 al 228 del Código Penal ordinario; los concordantes de ambos Códigos y Ley del 17 de Enero de 1901. Eduardo de Aguirre, Pompeyo Martí, Sebastián Carreras, Marcelino Díaz, Manuel de Llanos, Aniceto García, Julio López.

Ferrer fue fusilado en el Foso de Santa Eulalia a las 8,45 horas del 14 de Octubre de 1909. Se negó a que le vendaran los ojos y, ante el pelotón de ejecución, gritó «¡Soy inocente! ¡Viva la Escuela Moderna!».

Publicado en Polémica, n.º40, enero de 1990

En el Dossier Ferrer Guardia y la Escuela Moderna:

La ejecución de Ferrer Guardia. Rudolf Rocker

Rememorando a Ferrer Guardia. Félix Carrasquer

Ferrer Guardia. El precio de una cabeza. José Peirats