Este artículo se publicó en Polémica dentro de un pequeño dossier elaborado con motivo del Congreso de Unificación Confederal celebrado en Madrid entre el 29 de junio y el 1 de julio de 1984. Este Congreso consolidó la unidad de los sectores escindidos del V Congreso (1979) y formó el embrión de lo que más tarde sería la Confederación General del Trabajo (CGT). Próximamente publicaremos en el Blog el artículo que escribió Ramón Álvarez y que apareció incluido en este mismo dossier.

Cartel del Congreso de Unificación
Cartel del Congreso de Unificación

La CNT, desde su fundación en 1910, no ha cesado de tener problemas. Unos originados por el choque de corrientes diversas, perfectamente lógicas en una organización donde la libertad del individuo es siempre inalienable y tiene derecho a expresarse en asambleas, plenos y congresos. Otros introducidos y provocados, muchas veces, por agentes ajenos a la organización misma más o menos teledirigidos por fuerzas políticas exteriores.

Desde siempre se ha perseguido el objetivo de destruir o, por lo menos, anular o disminuir la fuerza y la influencia de la CNT entre la clase trabajadora.

Hemos pasado a lo largo de los años por diferentes etapas. Después de la revolución de 1917 en Rusia, los comunistas consiguieron ser fuerzas hegemónicas dentro de la CNT, sobre todo en Cataluña, a través del llamado Bloc Obrer i Camperol, que más tarde se convirtió en el embrión del movimiento trotskista. Hubo luego el período de discusiones apasionadas entre las dos corrientes dominantes en la CNT, cuando, al regreso de Ángel Pestaña de Rusia, la ilusión en torno a la revolución soviética se fue desmoronando a consecuencia de lo que habían sido experiencias vividas por las diversas delegaciones allí enviadas. Había una corriente libertaria, mayoritaria, que consiguió que en 1919, en su congreso, la CNT declarase que iba «hacia el comunismo libertario». Y había la corriente sindicalista, que consideraba que el sindicalismo debía bastarse a sí mismo.

Presiones internas

El período de represión de Anido y Arlegui en Cataluña, de Regueral en Vizcaya, de Maestre Laborde en Valencia, no permitió luchas de corrientes internas, porque el imperativo categórico de la defensa individual y colectiva pasaba por encima de todo. Pero cuando se restableció la normalidad, empezaron a proyectarse sobre una CNT que renacía con más ímpetu e influencia que nunca las diversas intromisiones de personajes y de personajillos que pretendían ejercer determinadas presiones internas y que estuvieron en el origen de algunas divisiones ya entonces producidas. Todo esto se agravó durante los siete años de dictadura de Primo de Rivera, cuando los llamados Jurados Mixtos, suscitaron el apoyo de ciertas corrientes reformistas, que pretendieron secundar los esfuerzos realizados por Largo Caballero –consejero de Trabajo de la dictadura– para crear estos Jurados que debían arbitrar los conflictos entre el capital y el trabajo.

El fin de la dictadura y la proclamación de la II República empezaron a crear nuevos conflictos internos dentro de la CNT, la mayor parte provocados desde el exterior. Fue el periodo de las luchas entre los que podemos llamar moderados y extremistas, o, dicho de otra manera, treintistas y faístas. La diferencia que les separaba era que los primeros consideraban que debía concederse un cierto crédito a la República para que realizase las reformas prometidas, mientras que los segundos consideraban que no podía concederse este crédito sin correr el riesgo de abortar toda posibilidad revolucionaria. Hubo entonces las mayores escisiones. Pestaña se separó y fundó el Partido Sindicalista. Los sindicatos de Mataró, de Sabadell y alguno de Valencia, constituyeron los llamados Sindicatos de Oposición. Sin embargo, aparte la decisión de Pestaña, estos sindicatos no osaron jamás constituir otra CNT, diferente de la CNT fundada en 1910.

En el congreso confederal de Zaragoza de 1936, todos estos problemas fueron resueltos suprimiendo la denominación de Sindicatos de Oposición para reintegrarse sin reservas al grueso de la organización. Porque en la CNT ha existido y debe existir un principio que regule la vida y el funcionamiento de la organización. Este principio es el del respeto a los acuerdos de los congresos. Y es también el principio del respeto a los acuerdos mayoritarios, lo que no supone que las minorías no puedan defender sus puntos de vista dentro de la organización hasta conseguir que estos pasen a ser mayoritarios.

Los derechos de la línea minoritaria

Para nosotros, militancia confederal educada por esta constante proyección de hombres y de ideas, no hay ni puede haber más CNT que aquella que sigue las líneas trazadas por los sucesivos congresos: el de 1910, el de 1919, el de 1931, el de 1936. Y, después del interregno de la dictadura franquista, por el V Congreso de 1979, en Madrid, y por el VI Congreso de 1983, en Barcelona, con su prolongación en Torrejón de Ardoz.

Aquellos que resultaron minoritarios en no importa cuál de estos congresos tenían el derecho y el deber de defender sus puntos de vista dentro de la propia organización, procurando que, en un próximo comicio, sus ideas prevalecieran. Como ejemplo diremos que en el congreso de 1931 no se consiguió aprobar la constitución de federaciones de industria, que defendía hombre tan prestigioso como era Orobón Fernández. Sin embargo, vuelto a plantear el problema en el congreso de 1936, las federaciones de industria fueron aprobadas. Lo que no puede hacerse es crear escisiones porque no se está conforme con un acuerdo o porque no consigue imponerse un punto de vista. Si siempre se hubiese hecho esto, no hubiera existido la CNT.

Federica Montseny
Federica Montseny

Lo grave del caso que hoy vivimos es que muchos de los problemas –más artificiales que reales– que tiene la CNT son provocados y alimentados por fuerzas ajenas a la CNT misma, porque nunca como ahora ha habido tanto interés en encuadrar a nuestra organización dentro de marcos, de normas y de leyes. Pero sepan todos cuantos giran en torno a esta situación, que la CNT ha digerido y seguirá digiriendo todas las escisiones. Porque ninguna escisión puede sobrevivir a sí misma, y, a la postre, tiene que volver a integrarse a la CNT y a formar de nuevo cuerpo con ella.

Escribimos estas líneas deseando que todos los que sinceramente amen a la CNT y no sirvan a más intereses que a los de la organización a la que dicen pertenecer, reflexionen y se den cuenta del error cometido y de la necesidad de rectificarlo, si no quieren quedar definitivamente excluidos de una historia social y obrera a la CNT vinculada.

Publicado en Polémica, n.º 13-14, octubre 1984